Sobre "LO LIQUIDO" en PSICOANALISIS


Hace unos meses participé en un Taller llamado “El Malestar en la cultura en el Siglo XXI”, creado y dirigido por la Psicoanalista Constanza Michelson. En este taller se revisó bastante bibliografía, que iba desde textos fundamentales de Freud a autores contemporáneos que realizan una lectura del mundo actual, desde el paradigma del psicoanálisis y lo social.

Dos de estos autores son Zygmunt Bauman y Gustavo Dessal,  sociólogo polaco y psicoanalista argentino, que en el libro “El Retorno del Péndulo. Sobre psicoanálisis y el futuro del mundo líquido”, sostienen un interesante diálogo, que se instala en un punto de intersección entre ambas disciplinas, manteniendo  siempre la referencia a Freud  y las paradojas estructurales que establece sobre la condición humana.

Casi en la última parte del Prólogo, Dessal manifiesta que ambas disciplinas pueden beneficiarse mutuamente: el psicoanálisis debiera tener presente las coordenas de la época y las transformaciones sociales que van generando nuevos síntomas en lo clínico; así mismo, la sociología podría correr el riesgo de extraviarse en lo metafísico, si no toma en cuenta los conceptos fundamentales del psicoanalisis, tales como el inconsciente, la pulsión, la lógica del significante y la teoría del goce (entre otros).

Dessal habla de “lo líquido” como un significante que ha marcado la obra de Bauman y que le parece preciso para interpretar el estado actual de la civilización, concepto que a Dessal le hace resonancia con la “caida de la imago paterna”, figura del discurso que ha cumplido con la función de ordenar y formalizar las piezas sueltas de la maquinaria humana y que, con su declinación, ha dado paso a la entronización de la técnica, como instrumento de un liberalismo desnudo y desembarazado de los clásicos disfraces morales e ideológicos. Este estado líquido es un caldo que cultiva nuevas alternativas de ser, amar y gozar, como efecto de los intereses del mercado, en tanto cualquier disimetría puede ser aceptada solo si se asimila a la normativización del sistema global, que la convierte en un nuevo producto.

Otra resonancia a destacar en relación al paradigma de lo líquido, es el concepto freudiano de “desintrincación pulsional”, que se relaciona con la pulsión de muerte, con aquella fuerza repetitiva y demoníaca, que es parte fundamental de la función del logos y de lo real humano, tanto individual como colectivo. 

Este supuesto nos lleva a una de las paradojas fundamentales del psicoanálisis y de las pulsiones que promueven la vida y la destrucción, que se anudan, constituyendo una estructura de “intrincación”, en la que el amor y el deseo debieran establecer límites a las tendencias mortíferas. Sin embargo, se dan circunstancias en las cuales esta estructura se “suelta” y su resultado es la “desintrincación pulsional”. Osea, se desprende la pulsión de muerte en todo su esplendor, llegando al extremo de la destrucción del propio sujeto o del otro. 

En este aspecto, la tendencia a la “desintrincación pulsional” se transforma en un concepto importante de trabajar en relación a lo líquido de esta sociedad, ya que se va manifestando sutilmente en los efectos que ha ido teniendo el discurso capitalista, científico-técnico y neoliberal, no solo en relación a lo económico, sino, también en las formas de establecer lazos sociales, amorosos, que van produciendo nuevas subjetividades.

 A partir de la propia experiencia de revivir la clásica relación discípulo-maestro entre Dessal y Bauman, el primero plantea la importancia de mantener vivo el espíritu de la pregunta socrática, logrando así rescatar una de las lecciones magistrales del psicoanálisis y el significante: la de percatarnos que ninguna palabra puede decir toda la verdad. Desde este principio, ambos autores parten de una misma posición ética para explayarse en la conversación: la de “dar la palabra al sujeto verdadero, secuestrado por el silencio al que el paradigma científico-técnico lo condena sin contemplaciones”.


 


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