El Concepto de LIMITE como posibilidad de Estructuración Subjetiva y Social: “El Complejo de Edipo y La Metáfora Paterna”

VIENE DE: "SOBRE EL MALESTAR EN LA CULTURA"

Para desarrollar este tema, se considerará el primer obstáculo, señalado por S.Freud, para que exista armonía entre el individuo y la cultura: el Conflicto Familia-Comunidad Social.  Para entender este conflicto se revisará la teoría psicoanalítica de J. Lacan, quien, a partir de conceptos utilizados por S. Freud, establece las formas de relación del sujeto con los objetos y sus posibilidades de acceso a la cultura. 

Retomando la frase: “La familia no siempre está dispuesta a renunciar a “su” individuo. Mientras más íntimos son los vínculos entre los miembros, más difícil es el ingreso a lo social.” 


Jacques Lacan en el Seminario IV: “La relación de Objeto”[4] plantea que, en un primer momento, el niño busca satisfacer el deseo de su madre, ser el objeto de su deseo. Se incluye como objeto de amor, en tanto le aporta placer a la madre, le asegura que puede colmarla en cuanto al deseo y a lo que le falta. Se siente el falo, como centro de su deseo, y se sitúa en distintas posiciones para mantener este deseo. Esto es lo que habitualmente se llama relación indiferenciada primordial: para el niño hay un objeto primordial y él se constituye también como tal. 

En algún momento surge una pulsión en el niño que lo sexualiza. Esto provoca un estado de suspensión, un tiempo en el que no sabe donde está. En este instante surge la angustia. Lo que fue el paraíso, la felicidad, se transforma en una trampa. Este juego puede continuar por mucho tiempo: el niño aveces consigue integrarse en lo que es para el amor de su madre, sin embargo, al intervenir su pulsión se evidencia el despegue. Cae nuevamente en la trampa y se enfrenta con la “hiancia” que se produce entre cumplir con una imagen y tener algo real que ofrecer. Fracasa en su seducción y lo que ofrece se convierte en algo miserable. Así, se ubica como un elemento pasivizado, que lo deja al servicio de las significaciones del Otro

¿Cuándo termina esta relación? 

La única salida que existe para este juego es el complejo de castración. 

Esta posibilidad se establece con el acceso del sujeto al registro de lo simbólico. Una forma de entender el acceso a lo simbólico es a través de la operación del “fort-da”, mencionada por Freud, en su texto “Más allá del Principio del Placer”[5]. En esta operación se trata de un juego realizado por un niño, de un año y medio, que juega con un carretel, haciéndolo desaparecer y aparecer. Junto a esta acción menciona las palabras “fort”: “o-o-o” (se van) - “da”: “a-a-a” (acá está)


Freud relaciona este juego con la renuncia pulsional del niño. El niño presenta una pulsión que necesita ser satisfecha, pero existen barreras, externas o internas, que impiden su satisfacción. En este proceso existe una coherción que impide una descarga total, dejando tras de sí residuos que provocan displacer. 

El juego del fort-da es un ejemplo de cómo el niño tramita la ausencia de su madre. El niño necesitaría la cercanía física de la madre, pero ella no está SIEMPRE que él lo requiere. Esta situación provoca una frustración de la cual debe reponerse. Al jugar con el carretel, el niño cambia de lugar subjetivo y compensa la angustia de una vivencia penosa y amenazante para él. Al admitir la partida de la madre, a través del juego, se apodera de un lugar y se hace activo frente a la vivencia. Esto le permite sobreponerse y sobrevivir. 

Este juego permite simbolizar la presencia y ausencia de la madre, de modo de incorporarla como objeto. Lo repetitivo y constante de este juego hace que el objeto real sea desplazado, una y otra vez, hasta constituirse en un objeto simbólico que sostiene subjetivamente al niño, aún cuando la madre no se encuentre físicamente presente. Este juego de ausencia y presencia materna, provoca distintas vinculaciones con el objeto, hasta establecer representantes de éste. 

Freud menciona que en esta operación se juegan diversas situaciones como el sepultamiento de la vida sexual infantil, la pérdida de amor, el fracaso, la frustración de la investigación sexual, el desengaño, los celos[6]. Todo esto implica un costo subjetivo importante, ya que supone una renuncia dolorosa de la propia pulsión. Sin embargo, la ganancia de este proceso es que la persona debe encontrar sus propios recursos y su propia manera de tramitar la satisfacción. 

En este sentido, según Freud, NO existiría una pulsión innata de perfección en el ser humano, sino que este ejercicio implicaría un esfuerzo, cuyo resultado sería a costa de la postergación de las pulsiones. La operación de Ausencia-Presencia materna se relacionará, posteriormente, con la forma de instalar la operación de la castración. 


En esta secuencia de idas y venidas, cae el objeto real, produciendo una pérdida, una falta que se vuelve estructural, permitiendo la construcción de símbolos, metáforas y productos que sostienen al sujeto y que constituyen la cultura humana.  

¿Qué hay del padre en todo esto? 

Jacques Lacan plantea la existencia de tres tipos de padres: real, imaginario y simbólico. Si bien todos tienen importancia en la constitución psíquica, para estos efectos se hará referencia al padre simbólico. 

El padre simbólico sería una FUNCION que se realiza independiente de la presencia y de las características particulares que tenga el padre en la realidad. Jacques Lacan, en su texto “Los tres tiempos del Complejo de Edipo”“[7], plantea que la función paterna existe desde el primer momento del Edipo, en tanto reina la ley del símbolo, y en tanto ésta trasciende a la madre. Luego, en el segundo momento, existe por su presencia privadora, en tanto es quien sostiene la ley y la madre lo propone como aquel que hace la ley.  La salida del Complejo de Edipo se hace en el tercer tiempo: el niño se identifica al padre en tanto “ideal del yo”, para luego constituir la realidad y el “superyo”. 

La salida del Complejo de Edipo consiste en que decae el ejercicio de las funciones sexuales que comenzaron a despertar, para luego, en el futuro, servirse de ellas. El padre interviene como interdicción, es un “no”

Este mensaje no es solo para el niño: “No te acostarás con tu madre”, sino también para la madre: “No reintegrarás tu producto”[8]. En este sentido, el concepto de función paterna sería un lugar que trasciende a la madre y que al mismo tiempo la sostiene, ya que le da un referente, una posibilidad de simbolización y un límite a su ser. El Complejo de Edipo tiene una función normativa en la estructura moral del sujeto, en sus relaciones y en la asunción del sexo. 

En este sentido, la salida del Complejo de Edipo es, también, el ingreso al orden cultural. 

Dice Lacan: “Ahora bien, a pesar de todo, el complejo de Edipo no es únicamente una catástrofe, puesto que, como se dice, es el fundamento y la base de nuestra relación con la cultura.[9]” 3) 


“El Padre como Metáfora” 

Para entender el funcionamiento psíquico, Jacques Lacan le da una importancia estructural al lenguaje. En este sentido, la palabra es relevante, en tanto trasciende y constituye al sujeto. 

Lacan plantea la función del padre como una metáfora, es decir, como un significante que se instala en el lugar de otro significante que, en este caso, es la madre. Al realizar esta operación, el primer significante es desplazado de su primer significado, de su primer objeto. Esto produce un vacío, una distancia entre ambos y una imposibilidad de volver a unirse. El significado se pierde y solo se logra establecer una relación entre significantes. Esta relación produce nuevas significaciones.
           
Cuando se produce esta pérdida, el niño deja de ser objeto de deseo de la madre. Al enfrentarse a esta situación debe realizar un esfuerzo por designar simbólicamente esta renuncia. Este esfuerzo permite que el niño movilice su deseo hacia objetos que reemplacen lo que perdió. La forma de hacerlo es hablando. De esta manera, el niño logra el dominio simbólico del objeto e instala la experiencia subjetiva que lo distancia de la vivencia inmediata y le da un sustituto. 

Dice Lacan: “la cosa debe perderse para ser representada”[10]. Cuando el niño habla remite a significantes sucesivos, ya que los significados son siempre ambulantes, están siempre deslizándose. De esta manera se pierde en el discurso y queda “sujetado” por los significantes, produciendo una estructura de división subjetiva que lo separa de una parte de sí mismo: de su propio significado, de su ser. 

Cuando el niño se somete al significante paterno que lo funda, se somete a la ley como metáfora. En este momento, se incorpora en algo que está constituido en otra parte: el campo interhumano, interpsicológico y social.

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